A medida que pasa el tiempo uno va adquiriendo ciertos conocimientos que le permiten ver la vida de diferente manera. La experiencia que más hondo se graba es aquella que nos marcó y que nos cambia de alguna forma la vida.
Guardo cuadernos con notas desde los 15 años, tiempo en los que escribía poemas, canciones y cualquier otra cosa que se me ocurría. He revisado uno de ellos y he encontrado un rezago de lo que fui y no alcanzo a comprender como es que la vida, con todo y los golpes que nos dio, no mató mi esperanza hasta ahora, la esperanza de volver a ver junta a mi familia como en los viejos tiempos cuando nos reuníamos torno al tv, con mi padre en el mueble grande y mi hermano menor en sus piernas, mi hermana con mi madre y los mayores, por ahí cerca. Eran tiempos de novela brasileña después del noticiero.
Parecíamos felices y yo me quedé con esos días. Luego, cuando la familia se desintegró, me sobrevino la esperanza como un consuelo casi inconsciente, insospechado. NO sabía que esa esperanza estaba tan arraigada dentro de mí, yo mismo no la creí tan grande hasta ahora, que de repente me despierto y comprendo que todo ha cambiado, que mi madre es una mujer como cualquier otra y que mi padre es como los demás. Han caído los ídolos de barro.
¿Hay culpables? sí, todos lo somos, unos más que otros. Nuestro principal error fue la falta de paciencia y de empatía. Pero no hay que echarse a llorar, solo nos queda echar pa’lante cada quien como puede, desde la trinchera que le toca, forjando su propio camino, a la espera que un día, si la vida es un poco compasiva, nos vuelva a juntar a los 4 hermanos y al menos por un instante volver a ver las cosas de otra forma.
No paran de venirme las tristezas, pero no me quejo. Saldré adelante, solo es cuestión de tiempo. Gracias señor por las lecciones.
27/11/2010 00:33